1.- Si Marx fuera mexicano…
3.- El estilo personal de gobernar
El camino de López Obrador hacia la presidencia de la república podría ser una
versión mexicana de Hacia la estación de Finlandia, ese largo camino de Marx del
exilio hacia San Petersburgo para estallar la revolución bolchevique. Pero sin duda
que se ajusta más a El dieciocho brumario de Luis Bonaparte, ese extraordinario ensayo
periodístico de Karl Marx para narrar el camino de Luis Napoleón Bonaparte de la insurrección
popular para hacerlo presidente y luego él mismo convertirse en el emperador
Napoleón III.
O podría ser también la marcha de Mussolini sobre Roma (1922) para alcanzar el
poder. O el asalto al palacio de inverno (1917) para destronar al interino Kerénski.
El itinerario político de López Obrador lo ha llevado a definiciones de fondo: priísta
de 1976 (militante en la campaña a senador del poeta tabasqueño Carlos Pellicer) a 1988,
cardenista-perredista de 1988 a 2000 y lopezobradorista de 2000 al 2018.
EN QUE NO SE PARECEN ESTOS LIDERES
DE IZQUIERDA ?
NACION 321
ENTERESE DEL RUMBO AMLO
http://www.nacion321.com/internacional/amlo-y-maduro-en-que-no-se-parecen-estos-lideres-de-izquierda3.- El estilo personal de gobernar
En el fondo, la ciudad de México reveló el estilo personal de gobernar
de López Obrador. Arrinconado por los problemas, por el
agobio de su compadre Nico, por el caso Ahumada y el videogate,
López Obrador no da su brazo a torcer. Pero los conflictos han podido
revelar los perfiles del ejercicio del poder del tabasqueño cuyos
principales rasgos delinean una forma de hacer política rumbo
al 2006 –su primera participación en una elección presidencial–:
1.- Manipulador.
Usa sin rubor información
que le afecta para darle la vuelta y
desgastar a sus colaboradores para fortalecerse
él mismo. Usó a su chofer Nico para
enfrentarlo a todos, se desligó de su operador
René Bejarano y atacó a su aliado
Gustavo Ponce. En todos los casos ocultó
información.
2.- Mentiroso.
Dice cosas que no son
ciertas y las vende como verdaderas. No
vacila en desligarse del lastre o de olvidar
complicidades del pasado. Sólo su palabra
vale. Basta con que él lo diga para exonerar
aliados y condenar adversarios.
3.- Agresivo.
Ajeno al debate de las ideas,
López es muy dado al insulto personal, a la
calificación del enemigo y a inventar rings
para pelear. Sólo que los medios y políticos
le criticaban irregularidades, propuestas
y errores, no buscaban pelea. Para López
Obrador, la mejor defensa es el ataque.
4.- Autoritario.
Detrás de la sonrisa iró-
nica, de las poses corporales, de la voz baja
ya se sabe que se esconde un hombre inflexible,
convencido de sí mismo, regañón,
manipulador mediático. Se cierra al debate.
Sólo él califica. Y cuando pierde, ataca al
adversario. “Yo me manejó así”, dice para
justificar preferencias y para desconocer el
derecho social a la información. Todos van contra él.
5.- Patrimonialista.
Como en los tiempos del priísmo, el reinado
de López Obrador en el GDF quedó marcado por las preferencias
personales, el disfrute del poder y sus beneficios familiares
a costa del poder. Nadie puede acercarse a su Camelot, reino ideal.
6.- Nepotista.
Frente a la revelación de una larga lista de familiares
de su chofer Nico en la nómina del gobierno del DF,
López Obrador se multiplicaron las redes familiares en el poder.
El gobernante desdeñó las evidencias y simplemente dijo que eso
no era nepotismo. Pero los familiares de Nico en el GDF andan
como por 20.
7.- Anti opinión pública.
Como todo populista, López se aprovecha
de los medios para enviar mensajes y señales pero los desde-
ña como críticos. No respeta la opinión pública, no le hace caso.
El flujo de la comunicación es, para él, unidireccional. Para López
Obrador la opinión pública es asumida como masa informe.
8.- Unilateral. Su capacidad de manipulación de las conferencias
de prensa se aleja de un acuerdo democrático. Habla de lo
que quiere y asume a los reporteros de la fuente como canales a su
servicio. Plantea su agenda, escurre los temas polémicos, se burla
de las preguntas, no responde.
9.- Necio.
Como buen tabasqueño, se niega a aceptar los errores.
Eso lo lleva a acumular errores porque la cobertura de uno
obliga a cometer otros. La necedad es la peor parte de un político
porque lo lleva al autoritarismo.
10.- Delirante. Como no gusta del intercambio democrático,
todo lo acredita a las conspiraciones. Esta acusación facilita la elusión
de responsabilidades con la opinión pública.
11.- Ventajoso.
Todo su comportamiento lo lleva a sacar siempre
ventaja. Todo lo enreda para su propio beneficio. Gusta usar
a la gente y luego hacerla a un lado. El caso más concreto es el de
René Bejarano: lo usó sin pudor para construir su base social en el
DF y lo dejó a un lado del camino cuando apareció en un video
atiborrándose las bolsas del saco de dinero.
12.- Auto victimizado.
Como no acepta el debate, asume siempre
el papel de víctima. “Déjenme trabajar”, dice para eludir la
crítica como derecho democrático de las sociedades para evitar la
construcción de dictadores. No acepta la rendición de cuentas. Se
presenta como el enemigo de los malos, lo que lleva a concluir que
sólo él es el bueno de la película.
13.- Populista.
Busca siempre el aplauso del público, orienta
sus reacciones no para responder a reclamos informativos sino
para agradar a las gradas. No ha generado una reclasificación de
clase. Además, su enfoque porrista carece de un compromiso de
clase. Apela tan sólo a tranquilizar a los pobres para beneficio de
los ricos.
14.- Escurridizo.
Hábil en las conferencias, él define qué sí
y qué no debe debatirse. Gusta definir la agenda, aunque en los
casos de corrupción del primer trimestre del 2004 impuso una
agenda que todavía exige muchas explicaciones. López Obrador
escoge a sus adversarios, define fechas y duración de los combates
y siempre huye declarando empate o victorias inexistentes.
15.- Ladino
Los que lo atacan son salinistas, enemigos, miembros
del hampa política, derechistas y muchos adjetivos más.
Nunca reconoce la posibilidad de que la crítica tenga un origen
democrático. Engaña a sabiendas. Miente sin rubor. Es un sobreviviente
campesino o indígena en un mundo dominado por los
blancos.